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miércoles, 24 de septiembre de 2014

El Taj Mahal.. Una historia de amor infinito

Si bien el amor siempre ha sido una parte importante dentro del universo mismo, en muchas culturas han existido ejemplo de amores tan fuertes que han vencido infinidad de dificultades, amores de ficción,  leyendas, historias verdaderas, todas tan conocidas como Romeo y Julieta, Cleopatra y Marco Antonio, Isolda y Tristán, entre muchas otras historias que han conmovido al mundo por su afán por encontrar la felicidad compartida.  Al viajar a India podrá pasear y conocer  de cerca una de las historias de amor más conmovedoras.
La India no se queda atrás en este tipo de historias de amor y prueba de tan hermoso sentimiento  es el afamado Palacio Taj Mahal, está extraordinaria obra arquitectónica está  ubicada en las cercanías de la ciudad de Agra, en el estado de Uttar Pradesh, India, fue construido en el siglo XVII. Increíble proeza arquitectónica, su inmortal belleza se nutre del antiguo amor entre un emperador y su esposa.
El Taj Mahal es poesía hecha arte, un canto al amor, una obra sublime que sólo un alma enamorada sería capaz de ofrecer al mundo. Allí, justo sobre el pórtico de entrada, se pueden leer unos versos del Corán que describen el paraíso, que te dan una idea de lo que nos vamos a encontrar y de lo que vamos a sentir; como palabras mágicas, aquel portón de bronce nos descubrirá un “palacio de perlas rodeado de jardines”.
No hay nada más profundo para cualquier viajero que sentarse en uno de los bancos que hay por todo el Jardín del Paraíso y admirar la silueta del impresionante Mausoleo recortada sobre un cielo limpio. Cielo que poco a poco se tiñe de rosa al caer la noche. De fondo, en las afueras del Templo, en la ciudad, en Agra (una pequeña localidad situada al norte de la India, en el Estado de Uttar Pradesh) oímos los cánticos y las oraciones propias de estas gentes.  En su viaje a India este es uno de los lugares que no deben faltar en su itinerario.
Mientras admiramos la soberbia perfección de todo el conjunto: su simetría, los estanques que, como una llave dorada y perfecta, abren el camino hacia el templo de mármol, entre flores de loto que flotan sobre sus aguas, nuestra mente vaga absorta, solitaria, olvidada de tanto turista como nos rodea, y rememoramos casi con lágrimas en los ojos la triste historia del emperador Sha Jahan.
Sha Jahan conoció a su amada Arjumand en un bazar donde ésta vendía cristales. Admirado por su belleza no fue capaz de dirigirle la palabra en un primer momento. Perseguidos por los ejércitos de su padre, el Emperador, por culpa de esa relación, tras dos esposas y cinco años desde aquel primer encuentro, se unieron en matrimonio. Arjumand pasó a ser conocida como Mumtaz Mahal, “la elegida del palacio”.
Durante años fueron una pareja enamorada, que vivían el uno por el otro; ella era su acompañante fiel en todas sus campañas; él la colmaba de regalos, de detalles, de flores, de diamantes. Tras la muerte del emperador Jehangir, Sha Jahan ocupó el trono. Dos años más tarde, en 1630, sobrevino la tragedia…
Allí, sentado en aquel banco, con los últimos rayos de sol reflejándose en aquella obra de arte, mientras mi mirada se dirigía hacia la silueta que se perfilaba en las aguas del estanque, me imaginé la secuencia final…
En plena campaña militar en Burhanpur, al nuevo emperador le avisaron de que el 13º parto de su esposa se complicaba. Sha Jahan corrió desesperado hacia su tienda, con el tiempo justo de cogerle la mano y darle su último adiós.
El emperador ya no volvió a ser el mismo. Se recluyó en el Fuerte Rojo, en la orilla izquierda del río Yamuna, y allí pasó, encerrado por su hijo, los últimos años de su vida, abandonando el Imperio en manos de sus sucesores. Frente al Fuerte, visible desde todas sus ventanas, y al otro lado del río, mandó construir el más impresionante Mausoleo que jamás mente humana pudiera concebir.
Los mejores constructores, los mejores obreros, las mejores joyas, las mejores piedras... Todo era poco para el lugar de reposo de su amada; incluso, se desvió el curso del rio  Yamuna para que el Taj Mahal pudiera reflejarse en sus aguas. Y allí, tras dos décadas de construcción, en el 1648, fue enterrada su amada Mumtaz Mahal. Junto a ella, fue enterrado años después el propio emperador para que reposaran siempre juntos eternamente.
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